Juanita no le teme a las espinas
El jardín de Juanita parece un oasis diminuto en medio de la calzada de San Luis, donde predominan las edificaciones y el ruido de los vehículos. Me atrevería a decir que ese sitio conquistado por la belleza de las plantas funciona como un pulmón verde, capaz de oxigenar el paso apresurado de las personas.
Flores de mármol, violetas, orquídeas, helechos y otras muchas variedades ornamentales intentan robarse la atención, sin embargo las cactáceas adquieren el verdadero protagonismo mientras crecen en latas de bebidas, recipientes de barro o envases de helado.
Para la octogenaria Juana Quintero García, coleccionista de cactus, el arte de cultivar y cuidar esta familia de plantas suculentas constituye un empeño que inició desde su juventud y continúa siendo una práctica que la mantiene viva.
Conocedora empírica del oficio, habla de esa pasión con total fluidez. “Siempre me gustaron los cactus primero porque son nativos del continente americano. Tienen una estructura diferente, la mayoría de ellos poseen espinas y es impresionante cómo florecen. Además son muy resistentes al consumir poca agua y necesitar mucho sol, aunque hay que cuidarlos no son como otras plantas, por ejemplo, la begonia y el helecho, que llevan otro tipo de atención en condiciones húmedas”.
Confiesa que quien siente amor por la flora siempre encuentra un momento o una forma para atenderla, y entonces recurre a una anécdota. “Cuando me operé de la visión no debía inclinarme y al ver que las maticas necesitaban agua en esa época del año en seguida busqué la solución, la manguera la enganché a un gancho largo y, sin agacharme lo sostenía en la mano y así empezaba a regar las matas”, cuenta orgullosa de su inventiva.
Dentro del grupo de Melocactus que adornan su jardín, el Melocactus matanzanus León, endémico de Matanzas, ocupa un lugar especial, quizás debido a las vivencias que la unen a él.
Fundadora de la Sociedad Amigos de la Botánica, recuerda el trabajo realizado junto a otros investigadores y aficionados en aras de iniciar el rescate de dicha especie, ante el notable declive de su población durante la década de los 80.
Juanita actualmente cuenta con ayuda de amistades y familiares a la hora de conservar las cactáceas ya logradas, pero expresa que realmente le apasiona dejar su sello cuando se trata de aplicar diferentes técnicas de cultivo.
“Los injertos generalmente los hago temprano en la mañana o cuando está cayendo la tarde sobre las plantas que no son de mucho crecimiento, con el fin de acelerar su desarrollo, entonces florecen y brotan los hijos más rápido.
“Para cultivarlos preparo el sustrato porque cada planta lleva uno distinto, pueden utilizarse piedrecitas, tierra, arena, trocitos de barro o de carbón, y se forma una mezcla. También debe hacerse un drenaje, así en caso de lluvia el agua no queda depositada”.
Explica que el montaje de semilleros también ha facilitado la germinación bajo mejores condiciones y cuidados, de tal forma que el organismo puede crecer hasta encontrarse listo para el trasplante. “Algunas especies solo se obtienen a través de esta vía, ya que no dan hijos, por ejemplo, todos los Melocactus”.
Esta mujer de la tercera edad muestra con orgullo ejemplares únicos nacidos de sus propias manos, desde los más pequeños como la Pluma de cactus (Mammillaria plumosa), hasta los que han alcanzado la edad adulta como un Gigante del Desierto, la Palma de Madagascar (Pachypodium lamerei) y la Pata de Elefante (Beaucarnea recurvata).
Revela que hace un tiempo intentó renunciar a estas últimas prácticas por cuestiones de salud, pero no fue posible. “Cuando los veo en mi jardín y asisto a las exposiciones o a los Jardines Botánicos vuelvo a nacer otra vez, eso es un bichito que lo toca a uno para siempre.
“Los cactus, y en general, las plantas, son la alegría mía. Aportan energía, todo lo positivo de la naturaleza a la salud humana, mantienen la mente ocupada y también se adquieren muy buenas amistades de distintos lugares. Entonces eso te da deseos de seguir viviendo”.
Durante la primera Bienal de Cactus que sesionó recientemente en la ciudad yumurina, Juanita participó con sus plantas en exhibiciones y asistió a talleres de injertos. Según ella, más allá de la experiencia, siempre hay algo nuevo que aprender de la explicación científica.
Así, entre espinas y flores, pasan los días de Juanita, una mujer enamorada de la vida que no solo encuentra el bienestar en la naturaleza, sino que sabe crear con sus propias manos para compartir esa felicidad.

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