Los pasos de Erika
El día pactado llegué con unos minutos a mi favor al Centro de Atención al Neurodesarrollo Rosa Luxemburgo , de Cárdenas. Sentada en la sala principal miraba hacia la puerta, por si ella aparecía y no lo percibía. ¿Esperas a alguien?- me preguntó una doctora- y cuando le mencioné el nombre de Erika, me respondió que en cuanto llegara yo lo notaría de inmediato, porque “la alegría de esa niña es contagiosa”. Mientras corría el tiempo lo observaba todo, allí no hay cabida para el aburrimiento, uno suele distraerse entre el juego de los muchachos que “sacan de quicio” a sus padres y las ocurrencias del médico, el rehabilitador o la enfermera, que sacan de pronto una carcajada a los pequeños. Parece una fiesta. En medio de ese mundo alcancé a verla. Los pasos de la joven madre Danay, impulsan a Erika Pérez Rodríguez en un sillón de ruedas. La adolescente de 14 años, tiene una mirada tierna y lleva un vestido color rosa, se le ilumina el rostro apenas la saludan y devuelve el gesto c