El guanero y el monte
Por Adrialis Rosario Zapata y Anet Martínez Suárez
Wilfredo Bilbao Rodríguez es uno de los pobladores de Cayo Ramona que recorre más de 8 kilómetros con los primeros rayos del sol para adentrarse en el humedal y recoger guano. Wilfre, como también lo llaman, no le teme a lo que esconden las oscuras aguas, ni a la hormiga santanica ni a los mosquitos que llegan con los últimos meses del año.
“Soy viejo conocedor del monte. Desde los siete años he estado “reguindao” del abuelo mío que hacía de todo en la ciénaga y era cortador de guano, de él aprendí ese trabajo. Me dedico a cortar guano junto a mi papá desde hace más de 15 años y es como una tradición.
“Nos levantamos siempre a las cuatro y media de la mañana, si no es a esa hora, no se puede ir a trabajar porque te coge muy fuerte el sol. Además pa’ poder hacer las cosas de la finca, me dedico a ordeñar las vacas, a atender los animales, y trabajo la tierra junto a mi papá que es productor de viandas y hortalizas. Uno tiene que acomodar el horario pa’ todo el mundo, no puedes desatender una cosa pa’ atender otra.
“De ahí salimos a recoger guano hasta alrededor de las doce o una de la tarde. Hay condiciones bravas: mucha agua, fango, santanica y mosquitos. Del monte no hay nada bueno, nada, el aire que uno respira es lo único bueno porque es puro.
“El agua en estos tiempos está por encima de la rodilla y un poquito más arriba debido a las fuertes lluvias. Eso es normal sobre todo en los últimos meses del año, lo que ahora exigen más porque el huracán Irma causó muchas destrucciones y aquí mayormente se corta guano pa’ los centros turísticos y Varadero es gran consumidor”.
EL HOYÓN GRANDE
“Pa’ hacer este trabajo hay que conocer el monte, los caminos y donde está la masa de guano porque hay donde quiera, pero vamos lejos pa’ hacer una jornada rápida, de lo contrario demora mucho más.
“Aquí cada camino es antiguo y tiene su nombre. Eso se aprende con el tiempo y cada uno tiene su diferencia. El Hoyón Grande, por donde casi siempre cojo, tiene un hueco en el medio que es el lugar más hondo.
“También está el viejo que es el Hoyón Chiquito, los pobladores lo dejaron de transitar porque era mucho más malo. También está el camino de los cruceros, lo llamamos así porque antiguamente era un crucero de venados.
“Por aquí sí se ha perdido gente, porque en tiempos de agua como ahora brincas un camino y no te das cuenta. Son caminos anchos por donde pasan hasta tractores pero cuando se llenan no se ven. Sin embargo, en otros meses se seca que se queda en la piedra viva. En enero no ves una gota de agua ni pa’ los animales, nada más que en los ojos de agua.
“Todo es firme, cuando más bravo está andamos en bote, lo ponemos detrás de los caballos. Días atrás ha sido así, con él no sacamos el guano, sino que lo utilizamos pa’ los animales que criamos sueltos en el mismo monte”.
EL CORTE DE LA PALMA CANA
“El Hoyón Grande te lleva hasta una laguna donde recogemos el guano. Aquí hace un año y pico hubo una candela muy grande que afectó toda esta zona completa. Nosotros vivimos de esto y quien quema esto es un irresponsable.
“Siempre tratamos de cuidar la palma cana. Ella retoña según se corta, se le dan dos cortes. La misma planta te lo va diciendo, si llegas a un lugar que tiene pocas pencas tienes que irte de ahí porque en realidad no adelantas y acabas con la planta esa.
“Pa’ este trabajo no te pueden faltar los deseos si te faltan no lo haces. El sombrero no es imprescindible, pero bueno, te tapa la santanica. No debe faltar la camisa de mangas largas que te protege del mosquito y de la santanica también, que es lo que más abunda. También necesito el machete y por supuesto mi caballo Melcocha, aunque a veces trabajo con dos caballos por el terreno, en tiempos de agua es mucho más fácil que cuando pegue a secar, porque se vuelve un terreno fangoso y los necesito a los dos.
“Las estacas de la carreta me facilitan mucho la labor porque con ellas evito que caiga el guano, si no es un reguero lo que traes. Estas son movibles y tienen alrededor de metro y medio y cuando llega el guano a la altura de la estaca ya uno sabe que tiene la jornada hecha. Cuando decidimos cargar ya sabemos la cantidad que tenemos cortada, porque uno según da el machetazo va contando la penca. Todo tiene su ciencia.
“Entre mi padre y yo recogemos alrededor de 10 caballos diarios de guano que son mil pencas, cada caballo son 100 pencas. Nosotros no trabajamos todos los días, decir eso es un engaño. Trabajamos alrededor de 20 días en el mes, porque los fines de semana tengo animales en la ciénaga como puercos, ganado, caballos que son los días que uno se dedica a atender a esos animales.
“El guano lo entregamos a la Forestal, es una doble función ya que también aportamos a la cooperativa con nuestras tierras. Cada caballo de guano vale 15 pesos, de 75 a 80 pesos hacemos por día más o menos. Al mes es alrededor de mil 200 pesos y una jaba de aseo cuando se conmemora, por ejemplo, el Día del Trabajador Forestal y en Fin de Año”.
LA FUGA DE MELCOCHA
“En el monte me han pasado cada cosas, un día se me fue Melcocha y me dejó embarca´o (entre risas), tuve que estar tres o cuatro días detrás de él. Nunca me había pasado, jamás, lo amarré de buena gente pa´ que él comiera y el lindo se escapó con soga y todo. Eso sucedió el año pasado y aunque fue en un lugar mucho más lejos, por suerte fue en terreno seco, tuve que salir a pie.
“Un buen amigo me lo encontró y lo amarró. Después de aquello… lo aseguró bien, sobre todo con esta agua.
“Ya pa’ mí no hay casi nada raro por aquí hasta ver una claria en periodo seco en un charquito, sin más agua ni nada. Es común ver majases pero nunca cocodrilos, por lo menos hasta ahora”.
HIJO DEL MONTE
“Es una actividad que me gusta a pesar de que sea mala, lo reconozco. Me gusta porque no sé, será porque no tengo esa responsabilidad de que si no voy a trabajar se afecte otra gente. Todas las tareas las hago yo y me da la posibilidad de moverme con los otros animales, si tengo que atender a una puerca o vaca parida, no afecta a nadie y al otro día me dedico a cargar más guano.
“Trabajamos mi padre y yo juntos, él por un lado y yo por el otro. Tampoco trabajamos cabeza con cabeza, a la hora de recoger cargamos, no me gusta la presión de una gente encima de mí y al final se ve el fruto del trabajo.
“Ya esto es un hábito, no podría estar lejos, esto y la cría de animales son parte de mi vida. Son tantos los años… incluso intenté hasta dejarlo y no pude, trabajé una vez en la Dirección Municipal de los CDR y regresé. Estar en el monte me da libertad.
“La gente nos dice que si estamos locos, que si vamos a vivir toda una vida de esto, que hagamos otra cosa. Muchos en este tiempo te dicen ¡Yo no doy un machetazo, no entro en la ciénaga! porque las condiciones son muy malas, es moja´o el día entero, pero yo si no me mojo aquí, tengo que mojarme pa’ los otros animales, siempre tengo que mojarme, es raro el día que yo no lo haga, aunque sea hasta la rodilla”.
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