La basura de uno, la riqueza de otro


Por Roberto Jesús Hernández Hernández

Dice un refrán que la basura de una persona puede convertirse en el tesoro de otra. Los humanos somos máquinas de hacer basura, la generamos constantemente, en variedad y cantidad apabullantes, llevándola como una plaga destructiva a dondequiera que vamos y abandonándola allí cuando nos largamos a otro sitio.

Desde el océano Pacífico hasta el espacio exterior, nuestras sobras están por todas partes, delatando un modo de vida incompatible con la salud del planeta. Algunos países –desarrollados por cierto- han encontrado verdadera riqueza en los desechos usándolos incluso para producir energía, pero amén de algunas experiencias muy prometedoras y exitosas en general las cosas no pintan tan bien para la mayoría de las naciones.

Ese pensamiento de “lo uso y lo boto” por desgracia prima también en Cuba, -¡aquí donde nada material nos sobra!- y la prueba irrefutable está por todas partes en forma de basura que se amontona en los ríos, las playas, las calles…

Hay algo realmente irónico en todo esto, porque aunque no se acabe de asumir con seriedad el reciclaje como arista del desarrollo sustentable no es una consigna vacía, sino un buen negocio en el que todos ganan, incluida la naturaleza.

Comúnmente estamos tan habituados a considerar la basura como un problema que no logramos visualizar en ella una oportunidad, pero no son malas todas las noticias. Una experiencia muy interesante en materia de reciclaje en Cuba es la de la cooperativa no agropecuaria matancera Atres, que incluso con limitaciones tecnológicas demuestra lo rentable de recuperar materias primas para darles un nuevo uso.

Toneladas de objetos de siete tipos de plásticos que ya nadie quiere llegan a las manos del personal de Atres y acaban convertidos en muebles que durarán un mínimo de ¡50 años! antes de empezar a verse desmejorados.

Variedad de mobiliario, incluidos cestos, tumbonas, mesas, y pasarelas hechos para durar en un clima que desgasta hasta a la gente ya se pueden ver lo mismo en instalaciones turísticas del balneario de Varadero que en el litoral de la ciudad de Matanzas. Esta fórmula de éxito acaba de presentarse en la XII Convención Internacional sobre Medio Ambiente y Desarrollo, con sede en La Habana. Ciertamente no es el único buen ejemplo, pero es uno muy bueno.

De ecomadera está hecho el nuevo portón de entrada al matancero cafetal La Dionisia, y también los modernos cestos para el reciclaje de vidrio, aluminio y plástico colocados en varios puntos de la ciudad de La Habana, como un potente mensaje de Atres a favor de la convivencia amigable con la naturaleza.

Llama la atención aún que a los cubanos, quienes nos vanagloriamos de nuestra probada capacidad para sobrevivir siendo creativos, todavía no apreciemos del todo las ventajas inmediatas de la fórmula de las tres R: reducir, reutilizar, reciclar.

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