Ellas son parte de la familia


El hipertenso que llega a chequear su presión arterial. Los achaques de una anciana. El consejo al joven sobre la necesidad de dejar el hábito de fumar. Una madre junto a su bebé dichosa de verlo saludable y listo para la vacunación... Los consultorios médicos se asemejan a un hogar porque allí encontramos a quienes nos cuidan y sus paredes también son testigo de las frases de gratitud y el cafecito siempre puntual preparado por la vecina.

Así transcurren los días en el consultorio #2, perteneciente al policlínico Carlos Verdugo, de Matanzas. Sus puertas bien abiertas convidan a pasar y llamar a Daymí y Noralys, solo alguien que no sea del barrio les diría doctora y enfermera, y eso les reconforta porque desde hace un buen tiempo son de la familia.

La joven Daymí Vega Martínez, especialista en Medicina General Integral (MGI), lleva su bata blanca y una sonrisa en el rostro, mientras Noralys Hernández Gutiérrez, con 39 años de experiencia viste su impecable uniforme y la cofia. La primera es desinhibida y la segunda confiesa tenerle pavor a las entrevistas, pero logro prender la grabadora e iniciar la conversación, pues no se puede hablar de una sin la otra, como mismo sucede en el trabajo.

UN DÚO INCONDICIONAL

El respeto entre ambas y hacia los pacientes tiende a ser recíproco y confirma el popular refrán que expresa que cada quien cosecha lo que siembra.

“Lo defino como una relación de madre e hija”- dice Daymí- “se trata de escucharnos y ser receptivas. Cuando hay mucho trabajo en consulta o en terreno nos ayudamos, porque lo principal es servir a nuestra población y así, compensamos las responsabilidades”.

El binomio con conocimientos básicos para tratar los principales problemas de salud de una comunidad de 1 200 habitantes, atiende a niños, adolescentes, embarazadas, adultos, además de prevenir para modificar factores de riesgo y evitar la sobrecarga de personas con enfermedades graves en los hospitales.

La MGI reconoce que su día a día exige mucho de ellas porque es una labor constante, dedicada a cada persona con sus propias características, entonces revela que convencer a un adolescente sobre un cambio de conducta, apoyar a la pareja que sueña con tener un hijo o luchar por mantenerse fuerte ante el dolor ajeno, no resulta nada fácil; pero aun así encuentran las fuerzas.

“Si finaliza el horario laboral seguimos disponibles, a veces hay que llevarse trabajo para la casa porque debemos actualizar los registros o visitamos el paciente encamado, si alguien nos necesita estamos ahí”, comenta la doctora con decisión, entonces llega un aquejado y allá va presta a cumplir sus funciones.

¡ANTE TODO, ENFERMERA!

Durante cuatro meses Noralys brindó su apoyo a la familia de un paciente encamado debido al alcoholismo, sin embargo, jamás lo vio como una carga, el alto grado de sensibilidad humana es una de las condiciones que la distingue.

La “buena mano” que muchos coinciden en afirmar que tiene la seño no solo sanó heridas, puso inyecciones y manipuló con cuidado al necesitado, sino que sirvió de sostén a la mamá del enfermo, una señora de más de 90 años, cuando falleció el hijo.


Pasan los años y se convence aún más de que escogió la profesión correcta, desde aquel entonces cuando se ponía a inyectar muñecas con una “jeringuilla de palo”, y asegura “mi papá siempre me decía: tú vas a ser enfermera”.

“Estudié en la antigua escuela para enfermeras de Matanzas, he pasado por la Atención Primaria, en el Cuerpo de Guardia del policlínico de Pedro Betancourt y en los consultorios del médico de la familia desde que se crearon, de manera que me he enfrentado a todo tipo de situaciones difíciles.

“Me siento muy realizada en el consultorio médico, porque me gusta trabajar con la familia, es la familia que tengo, que conozco mediante las charlas en la comunidad, el trabajo educativo a diario”, afirma mientras sonríe con sencillez.

Estar pendiente de las gestantes, los menores de un año, las mujeres que deben realizarse la prueba citológica, los adultos mayores, implica una alta responsabilidad que se evidencia en los resultados del consultorio #2, considerado el mejor del área.

Noralys comparte las prácticas de su oficio con aquellos que necesitan aprender a cuidar un familiar: enseña a manipular a los pacientes y a regular el balón de oxígeno en caso de ser necesario y “hasta vienen y agradecen una y otra vez, cuando tan solo cumplimos con nuestro deber”.

De vuelta a la conversación la doctora manifiesta el orgullo de haber llegado a las familias en otros países hermanos. Ambas cumplieron misiones internacionalistas, Daymí regresó de Brasil cuando cesó la colaboración médica en esa hermana nación y Noralys trabajó en Iraq durante su juventud hasta que comenzó la guerra.

Hoy transmiten sus experiencias a estudiantes que rotan pr el consultorio y como muchos otros miembros del programa mantienen viva la idea de Fidel de acercar más el médico y la enfermera a la comunidad para alcanzar mayor calidad de vida.

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