En Matanzas: Yenile, la cubana que nombró a una estrella


Cuando Yenile decidió enrumbar su vida por el camino de la Física jamás imaginó que estaría tan cerca de los cuerpos celestes. Ella no descifró complicadas imágenes captadas por un moderno telescopio en el cosmos, ni viajó en una nave espacial a un lugar distante, pero sí aprovechó bien la oportunidad de nombrar una estrella y su planeta.

Desde ahora, la estrella madre BD-17 63 y su planeta BD-17 63 b se llaman oficialmente “Felixvarela” y “Finlay”, respectivamente. Esta propuesta fue la ganadora en Cuba del concurso global lanzado por la Unión Astronómica Internacional (UAI), que concede a cada país la posibilidad de dar un nombre popular a determinado binomio planetario, ubicado fuera del Sistema Solar.

Bastó con leer la convocatoria lanzada por miembros de la Academia de Ciencias de Cuba (ACC) en una página del periódico Granma, para que Yenile Aguilar Rodríguez, sentada en un sillón de su casa en Jagüey Grande, pensara en llevar al cielo los nombres de dos grandes de la ciencia cubana: Félix Varela, “el primero que nos enseñó en pensar”, y Carlos J. Finlay, el descubridor del mosquito Aedes aegypti como agente transmisor de la fiebre amarilla.

Ya sea frente a un aula repleta de alumnos o inmersa en la actualización del proceso enseñanza-aprendizaje, la profesora de Física honra al distinguido pedagogo, quien además impartió dicha materia mediante la experimentación, y al eminente médico nominado cinco veces al Premio Nobel por sus aportes científicos.

Graduada en el Instituto Superior Pedagógico Juan Marinello, Yenile acude a los métodos adecuados para que los estudiantes comprendan la Física, como mismo sus profesores una vez sembraron en ella el amor por la disciplina que estudia las propiedades del espacio, el tiempo, la materia y la energía.

“Algunos jóvenes le temen a la asignatura porque incluye muchas fórmulas, entonces apelan a la memoria en lugar de al desarrollo del pensamiento lógico. Eso trae problemas, pueden olvidar cualquier término de la expresión matemática y no avanzan. Sin embargo, los educandos pueden conocer la evolución de la ciencia a través de la búsqueda de información correctamente dirigida por los profesores, y eso los ayuda a razonar mejor”, cuenta.

Precisamente, la profesora del Centro Universitario Enrique Rodríguez-Loeches, perteneciente a la Universidad de Matanzas, ha dedicado gran parte de sus años a investigar cómo vincular la historia y la epistemología de la ciencia en la enseñanza, con el objetivo de educar de una manera más atractiva.

“Un tema un poco controvertido que a nivel internacional tiene un campo fuerte y en Cuba comienza a ganar espacio. Se basa en explicarles a los jóvenes los fenómenos que ocurrieron y cómo los científicos buscaron respuestas y las obtuvieron tras el paso de los años, según la situación socioeconómica de la época. Este método ayuda a dejar de ver los procesos de forma pragmática y lineal, permite que los estudiantes conozcan a los hombres de ciencia y aprecien que no son personas calvas de espejuelos completamente aisladas, sino que tuvieron una vida al igual que nosotros y a partir de su estudio desarrollaron una formación axiológica”, comenta.

A Yenile le pareció justo que el ejemplo del Padre Varela y Finlay despertara el bichito de la curiosidad en clases, pero también iluminara al resto del mundo junto a Macondo, Melquíades, Nenque, Eyeke, Cocibolca y Xolotlan, y como “soñar no cuesta nada”, envió en septiembre el mensaje a los miembros de la ACC.

Los días pasaron y mientras se preparaba para la defensa de su tesis de doctorado, el mismísimo Oscar Álvarez Pomares, uno de los especialistas más reconocidos de la astronomía cubana por sus intervenciones sobre el universo, su evolución y la búsqueda de vida extraterrestre, la llamó a su centro de trabajo para avisarle que pasaría a la historia de la ciencia con su propuesta.

“El hecho de que la UAI comparta la tarea de nombrar un sistema planetario visible desde cualquier parte del país y que puede albergar vida o alguna aventura para el futuro lejano y la posibilidad de contribuir a eso con conocimientos del tema y la cultura de mi país, implica una doble alegría”, dice emocionada.

Confiesa que es fiel seguidora de los hallazgos astronómicos y en cualquier rato libre busca información sobre las constelaciones, el origen y el fin de las estrellas, las características de los agujeros negros, además incita a sus dos hijas a que se inclinen por dichas cuestiones.

En el mes de enero Yenile se convirtió en doctora en Ciencias de la Educación y se dio a conocer públicamente el resultado del concurso en el programa televisivo Pasaje a lo Desconocido, lo que ella califica como un buen inicio de año. Por ahora sueña con ver desde un pequeño telescopio la estrella bendecida, una enana naranja ubicada en la constelación de Cetus, la Ballena, mientras sabe muy bien el lugar que ocupa en el universo: inculcar el amor por las ciencias, tal cual lo enseñaron Varela y Finlay.

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